Juego de Poder con jugadores enconados

La razón puede transformarse en sinrazón a base de insistir a costa de todo en una postura que si bien en principio contiene un objetivo legítimo, el derecho a elegir que caracteriza a un contexto democrático creado con mucho esfuerzo, se está transformando en una excusa para el desencuentro, reavivando rencores ancestrales, gestando falsos enemigos entre vecinos inevitables.

Ambos jugadores, representantes de uno y otro bando jalean a sus acólitos llenándose la boca con  frases recurrentes que ponen el dedo en la llaga del otro, abriendo de par en par la puerta al griterío y a la fuerza que acarrean los que están más proclives a perder los papeles, bajo la insignia de la profesionalidad, de la ley  unos y con la pancarta de la libertad los otros, para a fin de cuentas hacer lo mismo, enfrentarse y aumentar la escalada, la brecha. El juego avanza y en medio como es habitual, el ciudadano de a pie que tal vez podría actuar como el término medio, el sentido común del que carecen los jugadores principales.

Aparece además un nuevo jugador:el mediador, un espontáneo que se presenta a concurso por libre sin convocatoria previa.

Asistimos, me ubico como observadora, a un juego de acoso y derribo que no sabemos a donde va, no creo que los jaleadores lo sepan, me da la impresión de que cada día improvisan con una ocurrencia cada vez más desatinada. Lo que sí sabemos es hacia donde no nos dirigimos, hacia la posibilidad de escucharse, acercarse y crear soluciones juntos.

Mientras el cansancio aflora, se deja ver en sus rostros, en sus miradas. Las emociones son intensas y breves después asoman otros sentimientos que se asientan para permanecer cuando el punto álgido se agota y la jugada se acaba aunque el juego quede latente.

Sugiero observad el lenguaje, las palabras que se utilizan, no es indiferente lo que se dice y como se hace en cada momento. Conviene parar el  enconamiento que está favoreciendo la cronicidad de la disfunción política en la que nos encontramos, que como una plaga implacable ha contagiado  la vida social y ya no es posible la prevención primaria, creo que tampoco la secundaria, el daño ya está hecho y toca evitar, al menos, que las secuelas  agraven la situación crítica,  concediendo suficiente ventaja al tiempo que aliado con la sensatez y con la inteligencia necesaria- ¡que se manifieste en alguien por favor!- se reparen las heridas y se reorganice la vida en común, con los cambios que sean necesarios. Una vez más.

¡Maldito Karma!

 

 

Un comentario

  1. Estimada Dra. Rollán: la «comida rápida» es sabrosa, barata y adictiva, sin embargo su coste para la salud de sus consumidores es alto. Con los nacionalismos ocurre lo mismo, es un mensaje simple, fácil y barato, pero su beneficio intelectual es nulo. Lamentable es esconderse en una bandera para resolver problemas, y no señalo a nadie. Los argumentos se han convertido en reproches, y los jugadores terminan mostrando sus vergüenzas y miserias entre ruido e ira. Desconozco cómo se puede solventar una situación similar,las guerras de trincheras suelen terminar por desgaste en un armisticio, que no deja de ser una derrota para los dos bandos. Las reglas del juego se han roto, por decirlo de algún modo, y en estos casos necesitamos más a Judas que a Cristo, quiero decir que puede ser más razonable traicionar a aquello en lo que se cree que alimentar un conflicto inevitable. Pero parece que no es tiempo para la razón y reflexión. Un saludo.

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