El hogar que habitamos

Seguimos avanzando en las semanas de confinamiento, ya pasamos el mes y es más que probable que por delante tengamos nuevas semanas, meses alejados de la normalidad conocida. Hemos de adaptarnos a nuestra nueva situación, dinámica, cambiante, diferente para todos.

Ansiamos la libertad cotidiana, más allá de los grandes acontecimientos, viajes a lugares lejanos, conciertos, festivales y fiestas populares que están descartados al menos a medio plazo, nos vendría muy bien un simple paseo, una simple cerveza en una terraza, sentarnos al sol, tocar el agua del mar, del río, la hierba o cualquier pedacito de naturaleza que ahí afuera continúa su ciclo vital.  Niños y grandes necesitamos correr, saltar y ver a nuestros amigos y familiares. ¡Tantas cosas sencillas!

La salud de muchas personas depende del estilo de vida que lleven, actividades como salir a andar, bueno para todos, resulta imprescindible en patologías como la diabetes, las afecciones cardíacas, la depresión, y ahora están paralizadas. Por mucho que hagamos en casa, no llega, aunque bajar a comprar sea un motivo para mover las piernas, es insuficiente, las enfermedades de muchos avanzan y se alivian a base, tal vez, de incrementar medicaciones que fueron evitadas por el hecho de caminar en el parque habitual, en la playa, de ir cada mañana con el grupo de amigas que al tiempo que caminan hablan de sus cosas, tal vez presuman de sus nietos, o se quejen de sus maridos, tal vez los anhelen en estos días de soledad porque ya no están, tal vez simplemente este rato alivie tantos otros llenos de reproches, insultos, malas caras.

¡Cuántas situaciones diferentes!  Sabiendo que hacemos lo que hay que hacer no deja de pesar en la espalda de cada uno, en el corazón, en las varices que crecen, la tensión que se dispara, los pensamientos que se abarrotan en la cabeza aparcada entre cuatro paredes.

Sabemos que los niños necesitan salir, no hay duda. Sin embargo, creo que es preciso considerar la situación psicosocial igual que se está haciendo en el sector económico para tomar medidas en la desescalada. ¿Quién ha de salir primero? Si se aplicara un criterio de justicia social, los que estén en situaciones precarias. No creo que sea difícil de analizar este punto, metros de vivienda, personas que la habitan, situaciones de salud y necesidades concretas. Todo está registrado igual que lo están nuestros datos económicos.

La desescalada de este modo, tendría en cuenta el ámbito psicosocial y las necesidades de salud en otras patologías que quedarán después de esta emergencia y que siguen agudizándose precisamente por ella.

Por otro lado, madres, padres, educadores y psicólogos que reclaman la salida de los niños primero por sus consecuencias graves en su salud, me permito argumentar matices.  Me encuentro entre estos profesionales, creo que hablo con conocimiento de causa y con la reflexión y análisis previo antes escribir estas palabras.  Considero que no es una situación que en sí misma vaya a causar graves consecuencias en los niños, creo que es una situación compleja que depende, como decía, de las circunstancias físicas, materiales, psicológicas, especialmente de los adultos y del manejo de la situación en cada caso.  No olvidemos nuestra capacidad de resiliencia, de esta saldremos bien parados, primero si estamos sanos y segundo si gestionamos adecuadamente la situación.  Cuando los niños salgan habrá que seguir gestionando sus ganas, las nuestras, su energía y las relaciones con los otros, hay que prepararles para ello, es un gran aprendizaje que básicamente refleja la importancia de la cooperación. Los mayores también hemos de darnos cuenta y gestionar nuestras prioridades, nuestras frustraciones por lo que ya no es y nuestra posibilidad de construir lo que es posible con lo que tenemos ahora.

Cuando en la universidad impartía la asignatura de Orientación Profesional, les pedía a los alumnos un trabajo denominado Autoorientación, un recorrido introspectivo por su historia en las diferentes áreas de su existencia hasta llegar a la toma de decisiones vocacional. Incluí un apartado llamado aficiones. Tenían que describirlas, su origen, la influencia en sus vidas.  Tengo la teoría de que las aficiones buenas evitan estados improductivos incluso depresivos, a veces se pierden aunque siempre pueden recuperarse o incorporar otras nuevas.

He de decir que la mayoría atribuían el origen a la infancia o a la adolescencia, y generalmente habían sido generadas en su familia.  Salir a la naturaleza, pintar, bailar o tocar un instrumento.  Jugar juntos a las cartas, al parchís o a cualquier juego de grupo.  Creo que es un buen momento para esto, sé que el día tiene muchas horas aunque también me consta que una adecuada distribución de las mismas, ayuda. Conocer o descubrir intereses da sentido a nuestras actividades, a nuestro gasto de tiempo. En estos momentos la escuela está en casa, los lugares de ocio están en casa, si las personas más importantes están en casa, en tu hogar por difícil que sea tienes lo más importante.  Antes o después pasearemos juntos.

Un día más cerca de la orilla deseada.

Foto: Estación de Metro Retiro, Madrid. Mosaico de Mingote.

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