Sea cual sea el modelo de intervención, el enfoque o la teoría desde el que abordemos la terapia, es necesario que establezcamos una adecuada relación terapéutica. La conexión social que caracteriza el vínculo o alianza terapéutica, constituye la base sobre la que se asienta el tejido que permite la recuperación de la seguridad perdida en las personas que piden ayuda. Esta interesante y peculiar interacción es parte intrínseca e insustituible en el proceso de psicoterapia.
Más allá de la difícil unanimidad acerca del modelo que consigue mejores resultados, cuando hablamos de algo tan básico como la necesidad de contacto y de las consecuencias de su carencia, ansiedad, angustia, apatía, sin necesidad de acogernos a una patología clínica, sino como parte de los vaivenes personales que nos afectan a todos por el hecho de ser personas, y para los que en muchas ocasiones no encontramos respuesta en nuestro entorno, es esta posibilidad de conexión con el profesional la que entreteje el puente para resolver los conflictos y reconectar con uno mismo primero y con los demás después.
La conexión que la relación terapéutica ofrece, promueve el reseteo necesario para reformular perspectivas tal vez achatadas por nuestra historia de aprendizaje, para vernos desde el otro sin juicio y con honestidad, para sostenernos mientras cogemos la fuerza perdida en los avatares de la vida y recuperar el equilibrio. Para esto, y porque de manera muy concreta proporciona, como digo seguridad y confianza, es efectiva la relación que caracteriza la interacción terapéutica en el apoyo psicológico.
La neurociencia actual corrobora lo que por experiencia y observación terapéutica señalaron nuestros antecesores. Como muestra, algunos de los que me inspiran:
“Cuando una persona llega mí, atribulada por su peculiar combinación de dificultades, es sumamente útil crear una relación en la que se sienta segura y libre. Mi propósito es comprender como se siente en su propio mundo interno, aceptarlo tal y como es y crear una atmósfera de libertad que le permita expresar sin traba alguna sus pensamientos, sus sentimientos y su manera de ser.” Carl Rogers en El proceso de convertirse en persona en el año 1961.
“El contacto, una urgencia en un mundo deshumanizado” señala Serge Ginger en la introducción de un libro con abordaje Gestalt de los años 90, del que recojo la siguiente paradoja: Hoy que estamos conectados 24 horas, dejamos que a nuestro hogar, en nuestro sofá, penetren personas ajenas que desde una falsa confianza simulan un contacto hueco, momentáneo, una especie de comida basura que llena, intoxica y no alimenta, anestesiando la conciencia para que quepa cualquier cosa que al otro le interese colar. Es la antítesis de la intimidad, de la autenticidad como base del contacto conmigo y con mi interlocutor que conviene recuperar o aprender.
“Si no te acarician, tu espina dorsal se secará” afirma Berne en su famoso texto “Los juegos en los que participamos” para explicar la búsqueda de contacto y sus consecuencias ante la seguridad perdida en las relaciones primarias.
“La seguridad es el tratamiento” Bonnie Badenoch, terapeuta actual desde fuentes de la Teoría Polivagal, resalta en esta frase la importancia de la seguridad como base de la recuperación del equilibrio emocional, y concede un papel esencial a la presencia terapéutica sin prejuicios para fomentar la seguridad emocional, que es la base de la curación, tanto en nuestras relaciones terapéuticas como en nuestra vida cotidiana.
La Teoría Polivagal de Porges (2015) señala que las personas, niños y adultos, pueden sentirse seguros, fisiológicamente tranquilos, con la mente clara y conectados socialmente mediante la activación de su sistema de conexión social, mediado por voces y rostros conectados recíprocamente. Esta idea se encuentra en la base de la propuesta de este científico y profesor de psiquiatría, quien recoge el término neurocepción para explicar un tipo de percepción orgánica propia de diferentes estados viscerales y somáticos que indican seguridad, peligro y peligro de muerte y cómo su explicación es útil para el trabajo terapéutico, especialmente para comprender nuestras reacciones de supervivencia desde el conocimiento de nuestro sistema nervioso autónomo.
Llevado a la relación terapéutica, constituye una explicación acerca del efecto de la misma, es decir, del efecto de la presencia segura y fiable, en la desactivación de la alerta cuando no hace falta y la consiguiente recuperación de la seguridad.