El hábito hace al monje: del hábito al sentido

No podemos olvidar la resistencia al cambio que  nos caracteriza incluso para modificar lo que nos hace daño.  El hábito es más poderoso que la intención, por muy buena que esta sea (Lukas, 2001). Comenzamos en este caso por el plano conductual, para abordar después las motivaciones, que aluden a aspectos intrapsíquicos, y que analizamos con detalle en el estudio de juegos psicológicos y guiones.

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Evaluar nuestros hábitos y cuestionar su papel en nuestra vida, es como revisar los pilares de una vivienda, la ubicación de los ladrillos y su estado.  ¿Tiene sentido para mi vida hoy esto que hago, esto a lo que dedico una hora al día, dos…? (Lukas, 2001) afirma que “Cuando lo pequeño no está bien lo grande se desmorona.”

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Podemos renunciar a algún hábito y sustituirlo por otro deseable, el trueque es: hábito estéril por hábito saludable y sostenible para mi persona y  el contexto en el que actúo.

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Acompasamos para mayor precisión, nuestro diálogo interior con nuestra conciencia personal, cuanto más coherente sea lo que creo y pienso con lo que hago, mayor consonancia emocional tendré.  Viktor Frankl denomina el compás ético a esta entidad interior que habita en nosotros y que contiene la parte más sensitiva e intuitiva de nuestro ser.  En metalenguaje transaccional se relaciona con el equilibrio entre los estados del Yo.

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“Quien nunca limpia ventanas no ve la suciedad en el cristal, a no ser que se dé de bruces contra él.” (Lukas 2001, p.22).

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Desde la perspectiva de la logoterapia iniciada por Viktor Frankl, construir el sentido de la vida se relaciona con estas  dimensiones básicas:

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  • Biológica o somática, relacionada con nuestro estado corporal, nuestras tendencias físicas y la conciencia de ellas.
  • Psíquica, los aspectos psicológicos que influyen en nuestro estado psicofísico y en el sentido que construimos.
  • Social, nuestro estilo relacional y su influencia en la construcción del bienestar psicológico y el sentido que tienen para nosotros.
  • Espiritual, nuestra manera vital más allá de las dimensiones anteriores, integrando el sentido de la vida desde la perspectiva del legado personal, mi huella en el mundo.

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Cada una de estas dimensiones contiene hábitos de hacer, pensar, sentir y relacionarnos.  La vida que vivimos se mueve con ritmos más o menos convulsos, como las olas en el mar.  No podemos evitarlas aunque sí podemos aprender a navegar.  El ritmo de nuestras acciones depende en gran medida de nosotros mismos. Vivir en una arritmia constante (Lukas, 2001) nos enferma, sólo es posible cuando somos jóvenes e incluso en este caso no es inocua la aceleración para el resultado de nuestras acciones.

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Cuando queremos modificar algún patrón de comportamiento, necesitamos ajustar el ritmo de modo que repercuta en un resultado diferente y, en sentido terapeútico, saludable.

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“Todos los ritmos degenerados necesitan un intervalo de tiempo riguroso durante el cual, a base de “férrea disciplina” se inviertan los ciclos” (Lukas 2001, p.35)

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El cambio de hábito pasa por experimentar y sobreponerse a la fase de transición.  Todo hábito consiste en reaprender algo, después, lo que se ha evitado o provocado voluntariamente se asimila involuntariamente.

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Referencias:

LUKAS, E.  (2001) Paz vital, plenitud y placer de vivir.  Los valores de la logoterapia.  Barcelona: Paidós

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