¿Dónde reside la posibilidad de modificar realmente lo que no va bien en las cosas que hemos decidido cambiar?
Lejos de referirnos a problemas psicológicos que requieran un diagnóstico e intervención preciso para lo cual es necesaria la elección de un adecuado profesional, ponemos el foco en las dificultades cotidianas para desempeñar tareas de una manera eficiente, ya sea trabajar con atención, estudiar, hacer ejercicio, etc.
Podemos hablar de motivación, de disciplina, de método, etc., y la cuestión entonces es: ¿Cómo llegamos a unir el saber lo que me pasa, el querer hacer algo diferente con la acción para modificarlo? Hay personas que descubren pronto en qué consiste el conflicto que les aflige y esto no les sirve para resolverlo. Obviamente no es lo mismo el qué que el cómo. Podemos responder a esta cuestión desde muy diversas perspectivas. Antes de sugerir estrategias conductuales, que desde luego son necesarias, veamos algunos elementos internos a modo de propuesta explicativa.
Si orientamos la respuesta desde la Teoría del Guión de Vida dirigimos el foco hacia la potencia de los mandatos argumentales, esto es, aquello que se me dijo, que escuché y sobre todo que capté sensitivamente acerca de quién era yo y de cómo estar en el mundo. Desde esta propuesta los mensajes más potentes no son verbales, se recogen desde la piel, desde el más puro engranaje sensorial y por eso calan hasta lo más hondo de la persona y perduran en forma de huella emocional sin fecha de caducidad determinada. Es lo que Berne denomina el programa parental que entraña gran parte de las informaciones que recibe un niño, por un lado y la experiencia física y emocional que acompaña a las situaciones en las que se recogen, por el otro. Después se programa el tiempo haciendo las cosas de un modo más o menos efectivo o no haciendo, que también es una opción, también haciendo al revés. Creando costumbres desde la creencia de ser así, lo que sea que me diga y que de algún modo limite mis opciones: vaga/o, lenta/o, irritable, tozuda/o, antipática/o, simpático/a, etc.
Actitudes que nos acompañan allá donde interactuamos con consecuencias desiguales. A veces el contexto ofrece apertura para experimentar opciones divergentes con el modelo creado y decidimos cambiar de tercio. El resultado del cambio puede albergar potencia suficiente para consolidar nuevas pautas de hacer, decir, sentir, la personalidad se amplía.
Aunque también pueden sumarse experiencias repetidas y fallidas haciendo las cosas de un modo diferente y esto desanima. Puede que se carezca de un registro social efectivo, si se trata de un escenario de interacción, o bien de recursos internos si hablamos de alguna tarea específica, ya sea estudiar, hacer informes financieros o jugar al tenis. Tal vez haga falta ayuda. El modo es diverso: formación, lectura, orientación, observación, etc.,
Analizar los errores es un paso fundamental, darse cuenta, decidir el cambio necesario otro gran paso, algo se mueve, y encontrar el método para hacerlo, ilusionante. Y desde aquí perseverar, avanzar, generar disciplina: la siembra de las semillas encontradas.
En el plano interno es preciso neutralizar viejas creencias incorporadas en nuestro autoconcepto que asociadas con ordenes injustas, provocaron dolor y rabia, conviene quitar los matojos secos. Recolocar y, ¿por qué no?, curar los sentimientos desatendidos, e integrar lo aprendido separando el grano de la paja. Para ello es necesario, si así lo decidimos, elegir bien la compañía personal y profesional que facilite el abono de lo que queremos que crezca.
Desde esta urdimbre segura se genera el tejido de la confianza que nutrida de firmeza y afecto provocan el cambio deseado. Puede haber tormentas, borrascas que dañen parte de la siembra, aunque si esta está sobre un buen campo de cultivo y con la protección adecuada, dará su fruto.
Y ahora toca regar cada día.
3 respuestas
Hola Consuelo,
Interesante post, aunque está escrito con un lenguaje muy técnico para los profanos en el área de la Psicología.
¿Cómo se «quitan los matojos secos»? Es algo que suena muy fácil, pero a la hora de la verdad siempre hay hierbajos y maleza en nuestros jardines.
Un saludo.
Buenos días Paco, gracias por tus observaciones. sin querer responder a modo de receta, creo que lo primero es la práctica de la observación antes de la reacción habitual en cualquier aspecto, tareas, relaciones, etc. Tal vez requiere ir más despacio, para darse cuenta. Luego viene lo demás, tal vez incorporar recursos nuevos y percibir su efecto. Y desde luego perseverar.
Un saludo,
Consuelo
Pues muchas gracias Consuelo,
Meditación, paciencia, superación y constancia… Ok.
Un saludo.