Internet, consumo y ansiolíticos: Los anestésicos de nuestros días

«El hombre contemporáneo ve su propio crecimiento personal bajo las apariencias de sus bienes. Nos han condicionado para concebir más cosas y todo tiene que encajar con la imagen que queremos transmitir. Menospreciamos nuestro criterio en favor de TripAdvisor, Google, Amazon o eBay, empresas que utilizan la evaluación social de un producto, servicio o marca. Así, antes de adquirir algo que ni necesitas, te aseguras al menos de sus críticas positivas, proyectando la imagen de admiración que necesitas. No somos humanos. Somos meros consumidores, máquinas de comprar.» (*)

Esta cita recogida de un libro que cayó en mis manos por casualidad este verano, ajeno a la psicología o a la filosofía, inspira en esta ocasión la reflexión que aquí escribo.

 

¿Dónde está el criterio? ¿Qué necesitamos para estar satisfechos? ¿Suplimos con objetos aspectos de nuestra persona o simplemente evitamos la mirada introspectiva y nos dedicamos a utilizar máscaras artificiales de bajo coste variadas y constantes?

 

¿Estamos recogiendo el reconocimiento de manera virtual, Instagram, Facebook, etc,? ¿Es este un buen alimento para la autoestima?

 

En el momento que vivimos, la tecnología nos acerca opciones que nos facilitan la vida. Eso es innegable. Nos permite mantener contacto en la distancia, pero también tener cuanto queremos con sólo dar a una tecla, permitirnos lo que no podemos permitirnos bajo el engaño de la Visa que se alía con nuestra parte más insensata para endeudarnos económica y emocionalmente hasta el cuello, con el fin de tener, acumular, disponer para mostrar, actuando como ansiolítico en momentos de vigilia.

 

Al mismo tiempo, crece el consumo de antidepresivos, pastillas para levantarse, pastillas para dormir, algunos de ellos, con falsa apariencia inocua, convertidos en la aspirina del siglo XXI.

 

Permitidme el atrevimiento de la correlación entre ambos, con otros factores cercanos, estrés laboral, falta de tiempo para interacciones auténticas, mucho juego (no en sentido lúdico) y poca intimidad en las relaciones personales.  Inadecuado gasto de tiempo, de la vida.

 

La ansiedad se anestesia en lugar de verla como un mensaje importante que precisa descifrarse.

 

Como consecuencia la frustración, que se asoma cuando se la permite o cuando estalla en configuraciones físicas diversas.

 

Lejos de ser sólo una divagación personal, es la situación frecuente desde la cual las personas acuden al apoyo psicológico.

 

No se trata de una solución única. Es frecuente que podamos revelarnos a nosotros mismos la necesidad de hacer cambios y que encontremos el modo de hacerlos y la firmeza para ejecutarlos y así, comenzar un compromiso de autodescubrimiento aunque duela en principio mirarse y verse.

 

Plantearse y responder a las preguntas más simples y complejas del ser humano que se hicieron  los sabios de antaño:

 

¿Quién soy yo? ¿Qué hago en este mundo? ¿Cómo me relaciono con los demás? ¿Cómo puedo vivir mi vida de un modo coherente conmigo mismo? ¿Cuál es la huella de mi existencia que quiero dejar?

 

Responder es crecer, aprender a reconocerse en la esencia de lo que somos y construir significados.

(*)La cita corresponde al libro: Cambia de Vida en 90 Días de Borja Muñoz y Lorenzo Gianninoni. 2016. Deusto (Barcelona)

 

Un comentario

  1. Cada vez utilizamos más las nuevas tecnologías para todo, incluso desde que uno es pequeño, en la actualidad los niños utilizan mucho la tablet para ver dibujos, desde edades tempranas ya tienen móvil… Todo ello les impide desarrollar la creatividad.

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