Amor, aceptación y sentimientos asociados

Las circunstancias de la gestación y nacimiento de cada individuo pueden cambiar o evolucionar en la dirección que comenzaron.  Cómo están los padres y madres en el mundo es altamente relevante para la primera mirada al mundo de los hijos.  Incluye las expectativas y deseos, los temores.

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Estar bien significa tener una vida suficientemente satisfactoria especialmente en el plano emocional.  Tener un proyecto vital al que dirigirse, sin que resulten palabras huecas, es un buen patrimonio con el que empezar, resolver el día a día con eficacia, quererse y querer y estar dispuesto a aprender, sea cual sea el lugar o la posición.  Es algo intrínseco.   Un modo de estar que desde el Análisis Transaccional se denomina Posición Existencial.

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Si nacemos en situación de incondicionalidad, «Te quiero por el hecho de existir» y prosigue la etapa de crianza con la elaboración de apegos seguros, es fácil impulsar la sociabilidad y la autonomía desde un marco de referencia propio y abierto.

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Situaciones caracterizadas por interacciones dirigidas hacia la tutela educativa de los hijos,  promoviendo su crecimiento desde la  confianza hacia sus mayores, con pautas educativas fiables, coherentes, y permisos básicos para la vida: amor, confianza, aprendizaje, juego, disfrute, rectificaciones, etc, experiencias emocionales diversas acompañadas, permitidas y guiadas por adultos competentes.

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Las posibilidades son diversas. Una primera posición condicional de los padres y madres, con expectativas más o menos contundentes, puede transformarse hacia la incondicionalidad y revertirse en la dirección antes descrita, o bien agudizarse en sus pretensiones si se enraíza en la rigidez a través de interacciones inseguras, contradictorias, colonizadas desde las necesidades de los padres (del estado Niño de los papás) y  desatendiendo  las de los hijos, disminuyendo así la percepción de amor, confianza, adecuación, etc, necesarias para vivir la infancia sin exceso de preocupaciones añadidas de la mochila familiar.

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Si las comparaciones y/o descalificaciones son elementos de la interacción entre padres e hijos, favorecen los celos, la envidia, la percepción de falta de afecto: ”No soy suficiente”, “Nada de lo que hago vale” contribuyendo, frecuentemente a generar comportamientos improductivos que cultivan sentimientos de tristeza y rabia que se transforman fácilmente en rencor.

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Y el rencor daña a quien lo siente especialmente, incluso aunque no se lleven a efecto conductas activas hacia quien lo genera, el pensamiento se hace proclive a las malas intenciones y va de la mano de la vergüenza y de la culpa. Malos compañeros de viaje para aceptarse y aceptar a los demás, malos aliados para estar bien en el mundo.

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Grandes dosis de indiferencia hacia una persona, especialmente en períodos de desarrollo, pueden traducirse en una imagen negativa de sí mismo, de los otros, del mundo, y generar una percepción de hostilidad y/o de impotencia, que puede disminuir el potencial de la persona.

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Afortunadamente, las personas evolucionamos en nuestro modo de ver la vida, a veces por revolución, por desarrollo natural, o aprendiendo de un modo significativo a modificar  patrones dañinos, si los hubiera, las viejas tendencias, a veces con ayuda profesional, con el apoyo e influencia de otros, con la adecuada formación e información, en fin, de diversas maneras.

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Actualmente, la neurociencia aporta datos cada vez más contundentes acerca de la plasticidad cerebral señalando las posibilidades del cerebro humano más allá de la genética.  Esto nos interesa porque, igual que no estamos totalmente determinados en nuestro desarrollo biológico, gracias precisamente a la carta que nuestro maravilloso organismo se guarda para desarrollarse, también esta premisa es aplicable a nuestras circunstancias contextuales que, incluso desde situaciones de intensa adversidad es posible dar la vuelta al destino gracias a nuestras capacidades resilientes.

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Sin embargo, no podemos caer en la ingenuidad de que siempre es así.  Sabemos como profesionales que es posible caer y seguir cayendo repitiendo lo dañino, no hallar salida.  El NO puede mantenerse y hacerse evidente en el estilo de vida que fragua un individuo.  Si nacimos desde el no amor, es difícil apreciarse, si vivimos en la desconfianza, es difícil confiar, si experimentamos la contradicción recurrente es difícil pensar con claridad, si nos cortaron las alas puede que no sea fácil aprender a volar.  Si volamos sin orientación adecuada, es fácil perdernos.

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Sin embargo, hay algo en todo ser humano que reconoce el malestar y moviliza la búsqueda de opciones.  Esto es un gran motor para la reconstrucción que permite experimentar la vida con motivación y curiosidad, con sentido.

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