El beso nos dirige a la intimidad por una vía rápida. Besar, igual que tocar y acariciar, estimula la parte del cerebro encargada de liberar oxitocina en el torrente sanguíneo, ayuda a aliviar el dolor en el amamantamiento y en el parto, asegura el placer en el orgasmo, está presente en el enamoramiento y se relaciona con los sentimientos de ternura y afecto.
El beso en los labios favorece la liberación de endorfinas. El beso es placer en sí mismo. La boca es un órgano con un gran potencial erógeno, cercano al cerebro, que cuenta con terminaciones nerviosas conectadas con áreas cerebrales de tamaño superior al de los genitales.
Cuando nos besamos, el sistema límbico transmite información a otras zonas encargadas de regular los mecanismos vegetativos de la respiración, el ritmo cardíaco, la tensión arterial, el tono muscular, la salivación, la secreción hormonal, etc. Por su Parte, la cortisona, hormona relacionada con él estrés, disminuye.
Paradójicamente, todo se altera para producir excitación y caminar hacia el bienestar y la relajación.
Además del intercambio químico, el beso es un vehículo esencial para el intercambio de sensaciones y emociones.
Besarse forma parte de los preliminares del encuentro sexual, evidencia la pasión, estimula las zonas erógenas, además de constituir una caricia en sí mismo.
Dejando de lado los obvios beneficios para la salud, los detractores dirán que también se intercambian infinidad de bacterias, a lo que responderemos que no podemos evitarlas, vivimos inmersos en ellas, y nuestro sistema inmunológico sabe defenderse.
Claro que si esto fuera un blog de sugerencias para adolescentes y/o personas sin pareja estable, añadiríamos que las medidas de precaución son importantes.
Pero hablamos de la pareja, de la persona con la que hacemos el amor. Los besos constituyen entonces, un ingrediente esencial de la comunicación afectiva y sexual.
Como decíamos al principio, los besos son un nexo para la intimidad en la pareja. Favorecen el contacto, el reconocimiento y el deseo de estar con el otro. Un beso espontáneo, natural, es como decir: me gustas, te quiero. Son afrodisíacos naturales que transmiten bienestar, placer.
Besarse con frecuencia favorece la satisfacción emocional y física en nuestra relación de pareja.
El beso nos acerca, su ausencia es como no mirarse, no verse, de algún modo niega la existencia del otro, o al menos, si no queremos dramatizar demasiado, la importancia del otro.
Sin los besos, la sexualidad puede quedar reducida a un mero acto mecánico de alivio fisiológico, que evita el contacto tan directo y profundo que conlleva el besar y ser besado.
El beso auténtico, es un «te quiero», una caricia incondicional de confianza, intimidad y espontaneidad, la esencia básica del amor.
«No hay acto alguno que permita una implicación voluntaria del ser como el beso»
Jean-Luc Tournier. Pequeña enciclopedia del beso.