Encuentros y desencuentros. Navidad: La familia a examen

Cada año, como en cada ocasión que celebramos algún evento familiar, las costumbres navideñas nos invitan una vez más a organizar comidas y cenas con la excusa de reunirnos.

Y no siempre es fácil, a veces, porque los componentes están dispersos por diferentes lugares de residencia y no es posible coordinar tiempos o hay que repartirse en función de las necesidades de cada familia de origen.

Pero no vamos a hablar de cuestiones obvias, vamos a reflexionar acerca de los juegos navideños sin objetivo lúdico, es decir, los juegos psicológicos recurrentes que se activan una y otra vez con motivo de las fiestas venideras.

Con este punto de partida, veamos si nos identificamos con alguno de estos indicadores y si está en nuestro interés hacer algo diferente.

Reconocemos un juego por varios de sus componentes y especialmente por su proceso.

Veamos un breve resumen del mismo:

1.- Que se repite una situación no deseable acompañada de un sentimiento de displacer generalmente.

2.- Que participan, habitualmente los mismos jugadores, aunque puede ampliarse la plantilla, o reducirse, depende de las circunstancias.

3.- Que son temas pendientes que no se resuelven por más que se repita el juego, al contrario, pueden enquistarse en un estilo de comunicación crónico, o bien avanzar en grado, esto es, en intensidad.

4.- Acaban mal, como decíamos, con sentimientos de rabia y tristeza, tal vez falso triunfo, pero emoción parásita al fin y al cabo, que no contribuye al bienestar.

5.- Que conectan con alguna parte de nuestra teoría de la vida, al menos de esa situación, algo que nos suena: «¡No sé para qué ayudo!», «Ya lo sabía yo», «Mejor sólo», «Me voy a coger una borrachera ahora… » y así tal vez justificar, comportamientos, ideas, actitudes y emociones que avanzan hacia algo que espero de los otros, de mí mismo, incluso de la vida, y desde luego boicotean el lado bueno de una reunión familiar bajo cualquier denominación.

La importancia del juego psicológico radica en que se trata, por definición, de una manera deshonesta de gastar el tiempo con la personas con las que nos relacionamos, poniendo en evidencia nuestras dificultades sociales  por ausencia de una comunicación sincera, abierta.

Una mirada amplia  que favorezca la empatía, puede ayudarnos a actualizar nuestro modo de relacionarnos y vivir el presente, apreciando el carácter lúdico del encuentro y su consiguiente alegría.

Detengámonos en este punto, encuentro lúdico, establecido socialmente, no vamos a negarlo, no es obligatorio celebrarlo y hay muchos modos de hacerlo; sin embargo, si la opción es participar, es interesante poner la atención en lo positivo del encuentro, cooperar activamente en la organización para que sea más fácil para todos, y disfrutar de lo que tenemos en este momento, tú, yo, nosotros, parece un buen plan.

Abandonar los juegos pasa por darme cuenta de que yo también participo, iniciando o enganchando, es parte de lo mismo.

Si hacemos algo diferente, pasarán cosas diferentes, al menos, eso decía Einstein.  Puede ser una buena sugerencia.

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