Aunque parezca algo novedoso que se incorpora a la vida en general y a la psicoterapia en particular, lo cierto es que no lo es.
Desde el carácter fenomenológico con el que se desarrolla la terapia relacional propia del humanismo, el Counseling Rogeriano, y en las que se incluyen el Análisis Transaccional, el Psicodrama, la Gestalt, etc., se hace especial énfasis en la experiencia presente, en el momento, para ubicar al cliente en lo que experimenta al focalizarse en sus narrativas vitales mientras las narra. De este modo se permite claridad y concreción y una renovación de la mirada hacia la vida desde uno mismo.
Explorar desde el lenguaje del cuerpo de un modo consciente, voluntario, favorece conocer qué ocurre en el interior del cliente, como hacía Lowen, desde la Bioenergética: postura corporal, gestos, movimientos, hablan de nosotros a los demás desde un lenguaje que frecuentemente pasa inadvertido para el principal interesado, uno mismo. Expresan estados de ánimo, emociones, estilo de comunicación, nuestra actitud ante la vida.
La relajación basada en la respiración y la distensión muscular, la introdujeron en psicología Jacobson (1929): Relajación progresiva y Schultz (1932): Entrenamiento Autógeno, para disminuir la ansiedad en diferentes patologías, como trastornos del sueño, fobias, inseguridades, etc., generando relajación física y tranquilidad mental.
El cuerpo es un gran aliado para la relajación, aunque el mando está en nuestro cerebro.
Los profesionales que han ido introduciendo novedades en el trabajo terapéutico para favorecer el equilibrio emocional alejando la ansiedad, se han caracterizado por su curiosidad para conocer aportaciones de otras culturas, capacidad de innovación y la creatividad basada en el estudio y la investigación, bien desde el laboratorio o desde el ámbito clínico.
Estas cualidades les permitieron explorar nuevas vías como la meditación, el trabajo con el cuerpo desde el yoga, que es atención plena en secuencias de movimientos meticulosos, ambos, procedentes de la sabiduría milenaria transportada hace ya décadas de Oriente a Occidente. Actualmente se encuentran avaladas por la investigación al más puro estilo académico y están teniendo un éxito extraordinario en su divulgación. Bienvenidas sean, y espero que para quedarse, no sólo por los efectos beneficiosos para la salud, también para incorporarse en contextos educativos recuperando la vieja premisa «Conócete a ti mismo».
La aportación clave del Mindfulness actual es por un lado, la comprobación científica que tanto nos importa en el ámbito universitario, y resaltar por otro, el compromiso con la práctica. Conviene recordar, que para desarrollar cualquier habilidad de una manera consistente necesitamos entrenamiento progresivo y constante, y esto es válido para cualquier actividad que realicemos, volvemos por tanto al punto clave: alcanzar el compromiso con la continuidad. Tal vez la respuesta para empezar y seguir es simplemente hacerlo.
Cuando se incorpora en lo cotidiano, en lo que hacemos y vivimos cada día, además de la práctica desde el método meditativo que se propone, se van produciendo cambios, al principio sutiles, casi imperceptibles que convergen en el elemento estrella: la atención.
La atención en lo que estamos en cada momento aleja el diálogo interno a lo que fue y a lo que será, a autodebates largos, cansados e improductivos.
Eliminar el diálogo destructivo es uno de los objetivos básicos de la psicoterapia, comprender su contenido con lo incorporado en nuestra historia es un gran paso, reconciliarse con lo experimentado también. Después, incorporar un estilo de vida acompasado con nuestro momento actual requiere un método, que se traduce en reducir la velocidad para ver el paisaje. Ya a principios de siglo Jacobson achacaba a la modernidad las perturbaciones de nuestros ciclos naturales y sus consecuencias, inseguridades, miedos. ¡Si nos viera ahora!
El éxito actual del inicio en aprendizaje de Mindfulness en nuestra sociedad parece coherente con la necesidad de respuestas vitales, con la ausencia de un tiempo para vernos como somos, desde dentro, sin máscaras ni escudos, desnudos ante nosotros mismos.
Considero importante añadir que la práctica de Mindfulness, como cualquier otro tipo de método de relajación, meditación, etc., ha de ser dirigido por profesionales cualificados para ello, ya que durante los procedimientos de relajación, las prácticas meditativas, en el contacto con nuestro interior, se producen efectos que requieren un acompañamiento adecuado: inquietud, desasosiego, recuerdos dolorosos, etc., que pueden agudizarse al activarse las sensaciones, mente y cuerpo aflorando con todo su contenido. Y esto ha de hacerse con protección.
Recomiendo aprender con un profesional, como para todo buen aprendizaje, un buen maestro es necesario en este viaje y no considerarlo un sustituto de la psicoterapia porque no lo es. Sugiero un aprendizaje personalizado, preferiblemente individual o en pequeños grupos, en los que sea posible una atención adecuada.
Por otro lado y para terminar por hoy, he de decir que aunque no se utilice un anglicismo, es una premisa básica de cualquier trabajo terapéutico actual trabajar desde una actitud fenomenológica con nuestros clientes y desarrollar la atención plena y la aceptación de uno mismo en palabras de Rogers, hasta nuestras madres con la básica educación emocional de los 70 nos transmitían este principio: «estate en lo que estás», otra cosa era el cómo.